Ad gentes revista nov_dic | Page 3

MENSAJE DEL DIRECTOR PBRO. JOSÉ AYALA MADRIGAL Estimados lectores de Ad gentes: Que el Dios que es bueno y rico en misericordia colme de bendiciones sus vidas y las de sus familias. Con esta entrega, la última de este año de 2017, recordamos dos acontecimientos que, a pesar de su aparente disparidad, tienen ambos un significado profundamente misionero: la búsqueda de la paz, por medio del diálogo, entre los miembros de diferentes religiones y el nacimiento de Cristo Jesús, el rostro de la misericordia del Padre, que se volvió un Emmanuel, un «Dios-con-nosotros». Recuerdo que uno de los más grandes teólogos del siglo XX, Hans Küng —que en algún momento fuera colega de Su Santidad Benedicto XVI, cuando ambos eran jóvenes y brillantes profesores—, decía que nunca habrá paz en el mundo si antes no hay paz entre las religiones. Por desgracia, no pocas veces en las distintas religiones, incluido el cristianismo, ha habido algunas malas comprensiones o inter- pretaciones que han provocado que éstas se desvíen de su objetivo principal: ofrecer un camino de vida para que los seres humanos se unan o se liguen (de allí la palabra ‘religión’, de ‘religare’) con el Dios creador de todas las cosas. Este camino nunca puede ser a través de la guerra ni de la violencia, sino, por lo contrario, deben ser caminos ejemplares de santidad, de paz y de justicia. Estos valores, más que cualquier otro, son los que animan siempre y llenan de esperanza al auténtico espíritu misionero de la Iglesia. Prácticamente en todo el mundo celebramos la Navidad. Esto puede ser visto desde cierta óptica como un triunfo del cristianismo, pero lo cierto es que, aunque casi todo mundo disfruta de un día de asueto o vacación, de un descanso, de un momento para reunirse y cenar con la familia, etcétera, muy pocas personas mantienen en sus mentes y en sus corazones el verdadero significado de esta fiesta: el misterio de la encarnación. El Dios vivo y verdadero, siendo rico, se hizo pobre con nosotros, dice San Pablo, y tomó la condición humana. Cristo Jesús, es enviado por el Padre para compartir la suerte del género humano y para redimirlo del mal y del pecado. En este sentido, Cristo Jesús es el Misionero del Padre, el Enviado, a un mismo tiempo el Mensaje y el Mensajero de Dios. Estimados lectores, no hace mucho varios lugares de nuestra Patria se vieron afectados por movi- mientos sísmicos. Muchas personas perdieron la vida, resultaron heridas y muchas otras lo han per- dido todo. Siempre es el momento para ser reflejos de la misericordia de Dios, que nunca se deja ganar en generosidad, pero particularmente estos tiempos nos reclaman una respuesta fraterna y solidaria con todas/os nuestras/os hermanos afectados. Seamos agentes prontos, alegres y creativos de la mi- sericordia y de la caridad. Que Santa María de Guadalupe, nuestra Señora de la Prontitud, que no aguarda ni retrasa su ayuda, sino que siempre está pronta para extender la caridad y la misericordia de Dios, interceda por todos nosotros. Pbro. José Ayala Madrigal Obras Misionales Pontificio Episcopales de México Director Nacional