Pues según Lucas, son estas personas margina-
das y despreciadas, los primeros destinatarios de
la noticia del nacimiento de Jesús; a ellos el ángel
les pide que no tengan miedo porque les anuncia
una gran alegría que será también para todo el
pueblo (v. 10) ; son estas personas despreciables y
despreciadas las primeras en darse cuenta que un
nuevo tiempo ha iniciado. Ellos fueron capaces
de aceptar y después de reconocer la sencilla se-
ñal que les había dado el ángel: «un niño envuelto
en pañales y acostado en un pesebre» (v. 13) . Reco-
nocían la grandeza inmensa en la sencillez pre-
cisa. Desde el comienzo, el Evangelio quiere dar
a entender en la figura de los pastores un modelo
de quien reconoce al Mesías: «se volvieron glori-
ficando y alabando a Dios por todo lo que habían
oído y visto» (v. 20) .
Alcances
La alegría no cesa y los propósitos no merman en
este tiempo; todo esto vale la pena. Sin embargo,
desde la perspectiva de la fe es de fundamental
importancia preguntarnos por el sentido y al-
cance de este tiempo navideño.
Celebremos la Navidad reconociendo que el re-
cién nacido, Jesucristo, es el Salvador que trae la
paz auténtica; y que esta convicción nos ayude,
por un lado, a reafirmar la convicción de que sal-
varse no implica escaparse de, sino involucrarse
generosamente en la transformación de nuestro
entorno, de nosotros mismos. Por otro lado, con-
venzámonos de que, nunca como ahora, es tan
AD GENTES
NOVIEMBRE · DICIEMBRE 2017
Es importante decir que los pastores eran repre-
sentantes natos de las clases marginadas, equi-
parados a recaudadores y publicanos, ladrones
por obligación y profesión. Por ser considerados
como embusteros no podían testificar en los jui-
cios. Además, no cobraban salario por su traba-
jo; recibían la manutención a cambio de guardar
el ganado, teniendo la obligación de reponer a
sus amos cualquier pérdida de ganado; el modo
concreto de hacerlo era el robo de las ovejas. Por
todo esto los pastores eran considerados gente
detestable, dignos de desconfianza; eran, por es-
tas causas, de lo más bajo de la sociedad.
urgente que la navidad nos comprometa en la
construcción de la paz.
Vivamos la Navidad convencidos de que Dios
se manifiesta en la sencillez, es decir, en lo coti-
diano, en lo profundo. Que esta convicción nos
aliente a buscar y a construir unas relaciones
donde la profundidad y no la superficialidad sea
lo que las conduzca; en las que no sacrifiquemos
lo cotidiano –lo real– por lo virtual.
Animémonos a vivir la Navidad con la esperanza
y la exigencia de ser más hermanos, de hacernos
más cercanos unos a otros; que nunca olvidemos
que la Navidad acerca al lejano, hermana con el
extraño e incluye al despreciado.
Que el «¡feliz navidad!» que surja de nuestra boca
esté enraizado en nuestro corazón y conectado
con todas nuestras capacidades para que la feli-
cidad auténtica se haga presente a través de cada
uno de nosotros.
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