Ad gentes revista nov_dic | Page 11

Pues según Lucas, son estas personas margina- das y despreciadas, los primeros destinatarios de la noticia del nacimiento de Jesús; a ellos el ángel les pide que no tengan miedo porque les anuncia una gran alegría que será también para todo el pueblo (v. 10) ; son estas personas despreciables y despreciadas las primeras en darse cuenta que un nuevo tiempo ha iniciado. Ellos fueron capaces de aceptar y después de reconocer la sencilla se- ñal que les había dado el ángel: «un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre» (v. 13) . Reco- nocían la grandeza inmensa en la sencillez pre- cisa. Desde el comienzo, el Evangelio quiere dar a entender en la figura de los pastores un modelo de quien reconoce al Mesías: «se volvieron glori- ficando y alabando a Dios por todo lo que habían oído y visto» (v. 20) . Alcances La alegría no cesa y los propósitos no merman en este tiempo; todo esto vale la pena. Sin embargo, desde la perspectiva de la fe es de fundamental importancia preguntarnos por el sentido y al- cance de este tiempo navideño. Celebremos la Navidad reconociendo que el re- cién nacido, Jesucristo, es el Salvador que trae la paz auténtica; y que esta convicción nos ayude, por un lado, a reafirmar la convicción de que sal- varse no implica escaparse de, sino involucrarse generosamente en la transformación de nuestro entorno, de nosotros mismos. Por otro lado, con- venzámonos de que, nunca como ahora, es tan AD GENTES NOVIEMBRE · DICIEMBRE 2017 Es importante decir que los pastores eran repre- sentantes natos de las clases marginadas, equi- parados a recaudadores y publicanos, ladrones por obligación y profesión. Por ser considerados como embusteros no podían testificar en los jui- cios. Además, no cobraban salario por su traba- jo; recibían la manutención a cambio de guardar el ganado, teniendo la obligación de reponer a sus amos cualquier pérdida de ganado; el modo concreto de hacerlo era el robo de las ovejas. Por todo esto los pastores eran considerados gente detestable, dignos de desconfianza; eran, por es- tas causas, de lo más bajo de la sociedad. urgente que la navidad nos comprometa en la construcción de la paz. Vivamos la Navidad convencidos de que Dios se manifiesta en la sencillez, es decir, en lo coti- diano, en lo profundo. Que esta convicción nos aliente a buscar y a construir unas relaciones donde la profundidad y no la superficialidad sea lo que las conduzca; en las que no sacrifiquemos lo cotidiano –lo real– por lo virtual. Animémonos a vivir la Navidad con la esperanza y la exigencia de ser más hermanos, de hacernos más cercanos unos a otros; que nunca olvidemos que la Navidad acerca al lejano, hermana con el extraño e incluye al despreciado. Que el «¡feliz navidad!» que surja de nuestra boca esté enraizado en nuestro corazón y conectado con todas nuestras capacidades para que la feli- cidad auténtica se haga presente a través de cada uno de nosotros. 9