Acrópolis Dic. 2013 | Page 8

Los viajes cotidianos El mundo ideal habla de ocho horas para trabajar, para descansar y para el ocio. ¿Y entre ellas? A 6 Montevideo, miércoles 11 de diciembre de 2013 ” Stephanie Alfaro (21) le hablan de la perfecta división de ocho horas para trabajar, ocho para descansar y ocho para el ocio, y se ríe. En su mundo tienen que entrar con fórceps entre cinco y siete horas diarias solo para viajar. Vive en la ruta 9, en una zona rural de Maldonado, a 154 kilómetros de Montevideo y a 54 de Rocha. En la primera ciudad estudia cuarto año de Derecho y en la segunda trabaja lunes, miércoles y viernes en un estudio jurídico. Su jornada incluye despertarse a las 3:30, pasar viajando de cinco a siete horas al día, que su bolso sea un ropero portátil por si a la temperatura se le da por jugar sucio y que los choferes de Rutas del Sol le digan que pasa más tiempo que ellos arriba de un ómnibus. “Me encanta lo que hago y querer llegar a una meta hace que valga la pena el sacrificio. Además, preciso trabajar para mantener mi independencia. Mientras el cuerpo aguante...”. Amante de lo que hace o adicta a la carretera, los fines de semana se sube a otro bus para visitar a su novio, que vive en San Carlos. Al menos, esta ciudad está solo a quince kilómetros. Stephanie es un caso, podría decirse, extremo; pero no está sola en esto de hacer de un ómnibus casi un tercer hogar, o al menos la continuación de sus dormitorios, oficinas o salas de estar, siempre y cuando se tenga la suerte de ir sentado durante dos, tres o más horas por día. Catarsis del redactor I: Si te tomás el 709 de mañana a Montevideo, te parece que todo el mundo se vino a vivir a Salinas. ¡No saliste de la ciudad y ya no hay asiento! Nadie me cree -y la verdad es que fastidia- que de