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de ley interna que le facilita discernir el bien del mal (Romanos 2:14). Dado que a nuestros primeros padres se les bendijo con una conciencia perfecta, solo necesitaban unos pocos preceptos (Génesis 2:15-17). En cambio, el hombre imperfecto precisa de más leyes para que lo orienten en el cumplimiento de la voluntad de Dios. Patriarcas como Noé, Abrahán y Jacob recibieron disposiciones divinas y las transmitieron a sus familias (Génesis 6:22; 9:3-6; 18:19; 26:4, 5). Jehová hizo que él mismo llegara a ser Legislador de un modo sin precedentes al transmitir mediante Moisés a la nación de Israel un código, el cual nos permite entender más a fondo Su sentido de la justicia. DIVERSIDAD CULTURAL Los testigos de Jehová se esfuerzan por superar todo tipo de prejuicios y recelos. Comprenden que la diversidad cultural enriquece sus congregaciones y saben que “Dios no es parcial” (Hechos 10:34). En sus asambleas internacionales y en sus Salones del Reino experimentan la veracidad de estas palabras: “¡Qué bueno y qué agradable es que los hermanos moren juntos en unidad!” (Salmo 133:1). Los vínculos de uni ón que han forjado los Testigos de Valença y Puigcerdá con los de sus respectivos países vecinos demuestran que esto es una realidad. PARTICIPACION POLITICA La primera clave para ser neutrales es ver los sistemas políticos como Jehová los ve. Aunque a simple vista algunos gobiernos son justos, Jehová nunca se propuso que los hombres se gobernaran unos a otros (Jer. 10:23). Los gobiernos promueven el nacionalismo, que tanto divide a la familia humana. Ni siquiera el mejor líder humano puede resolver todos los problemas. Por si fuera poco, desde 1914, los gobiernos se han convertido en rivales del Reino de Dios. Este Reino ejecutará la sentencia de Jehová contra las naciones, es decir, destruirá a los gobiernos (lea Salmo 2:2, 7-9). Jehová permite que el mundo tenga una estructura política porque eso ofrece cierta estabilidad, lo que a su vez favorece la predicación (Rom. 13:3, 4). Dios nos dice que oremos por quienes tienen un puesto de autoridad, particularmente si tienen que tomar decisiones que pueden afectar nuestra libertad religiosa (1 Tim. 2:1, 2). Igual que el apóstol Pablo, les pedimos a los gobiernos que se nos trate con justicia (Hech. 25:11). Es verdad que la Biblia dice que Satanás, el enemigo de Dios, tiene autoridad sobre los sistemas políticos, pero no dice que controle a cada líder o funcionario (Luc. 4:5, 6). Así que no debemos insinuar que un representante del gobierno está controlado por el Diablo. Tampoco debemos dirigirnos a las autoridades con palabras ofensivas (Tito 3:1, 2).