Amor y Afecto
El tema de los afectos es una cuestión esencial en el hombre. Tan esencial que creo que es por eso que nos cuesta tanto llegar a la "médula". Es un tema que camina al borde de lo psicológico y de lo antropológico.
Somos seres incompletos, necesitados de los demás, de su reconocimiento, de su cariño, de su amor y de su manifestación en los afectos. Necesitamos una sonrisa, un gesto cariñoso, un abrazo para poder seguir. Un abrazo nos puede descontracturar más que una sesión de kinesiología, nos puede consolar más que mil palabras. Y, sin embargo, nos ponemos centenares de limitaciones. Estas limitaciones pueden ser prejuicios, cuestiones culturales y hasta alguna traba psicológica.
Estas cosas nos hacen que seamos afectivamente inmaduros, nos dejan incompletos, nos hacen sufrir nuestra soledad. Alcanzar la madurez afectiva es tarea de todos los días.
El papel de la afectividad es un elemento fundamental en la formación de nuestra personalidad porque nos integra de una forma especial, en nuestra relación con nosotros, con los demás, en nuestra sexualidad, en nuestro trabajo o profesión, cultivando relaciones sociales amistosas. Podemos considerar la madurez afectiva como requisito indispensable para el óptimo funcionamiento de nuestra personalidad.
Ahora vamos a detenernos un poco sobre el amor. ¿Qué es? ¿De dónde viene? Vamos a comenzar buscándole una definición. En su origen etimológico para algunos deriva de vocablos griegos (que no los vamos a escribir, sólo su traducción). Una de las traducciones significa semejante, pues los que se aman son semejantes; otra es desear vivamente: amor implica un querer intenso y ardiente; otra significa ligar, conectar, pues lo propio del amor es juntar a los amantes. "Amor abarca también el espectro semántico del término caridad, que significó inicialmente entre los latinos lo que expresa el español carestía, situación en la que se carece de algo necesario." Esta riqueza semántica (en el griego) delata un poco la riqueza de sentido que lleva la palabra amor.
Antes decíamos que el amor estaba incluido dentro de los apetitos concupiscibles o inmediatos o primarios, como una "conveniencia". Cruz C. aclara un poco esto así: "No se debe confundir el amor con el deseo ni con el gozo o alegría." El deseo va a surgir del mismo amor que nos va a llevar a gustarlo. El gozo se va a dar en el bien inteligible, el bien del espíritu; y también en la sensibilidad, en el cuerpo. Hay una tendencia al goce, un deseo común, al alma y al cuerpo. Continúa: "El amor espiritual añade al amor en general una elección previa; es claro así que el amor espiritual no se encuentra en los apetitos, sino sólo en la voluntad y únicamente en la naturaleza racional." Aquí se hace la diferencia entre ese "amor primero" del que hablaba cuando ponía el ejemplo de la madre y el bebé, y cuando ya soy consciente de ese amor, aquí conozco y amo con libertad.