Abril | Page 8

CUENTOS

EL DROMEDARIO

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Nunca me miró, pero sí me habló. Así que, para agradecerle sus palabras, me fui sin hablarle. Entré a la selva, y llegué de nuevo al río. Mientras caminaba con el mismo rumbo que ya había tomado, me hice una pregunta. ¿Si los pájaros eran responsables de la creación, cómo es que los otros los recordaban por la música? Caí. Fue fulminante. El mundo onírico me abrazó con fuerza. Escuché algo. Palabras confusas. “música”, “pájaros”, “creación”, o “crearon”, “hacían” y “no”. No tenían orden. No tenían sentido. Confuso, sólo sentía que algo me abrazaba. Al despertar, tenía una chaqueta larga, pero fina, que, con el viento que venía de frente, ondulaba a mis espaldas. También tenía un fino palo en la mano. Ahora sí que algo había cambiado. El segundo estaba de vuelta, el cuarto seguía ahí, y el primero también. El primero me dijo:

- ¿Volverá el cielo?

No quise responderle. No quise decirle nada, nunca le dije nada. ¿Qué le podía decir igual? Sus preguntas aún no tenían respuesta. Además, el cielo ya estaba ahí. Mis pensamientos fueron interrumpidos por el segundo, que me dijo, tras mostrarme un nuevo pájaro:

- No vayas. Vas a morir. El sueño es mucho mejor que continuar. Además, la que te espera es una frontera infranqueable.

En seguida cayó al suelo, y se desvaneció. De él no quedaba nada, ni lo que cargaba. Igual seguí. No tenía intención de quedarme. Igual no podía hacer mucho. Mis palabras no se iban a desperdiciar con los del pueblo. Hice el mismo camino que ya había hecho, pero no bordeando el río. Cuando me reuní con él, no me esperaba el agua. Era algo esponjoso, nubes, tal vez. Seguí subiendo. Horas, horas y horas, subía sin descansar. Perdí la esperanza. Los árboles que veía se me hacían conocidos, aunque ahí no hubiera estado nunca. Decidí franquear el río, o lo que fuera. No pude. Me paralizé. Sólo ví, del otro lado del río, tres pájaros, como los que el segundo me había mostrado. Se fueron caminando, uno tras otro. Pensé que, detrás de ellos, el mundo se iba transformando. Pero, ¿qué más da? El río no dejaba que su magia llegara. No sé qué le hicieron al cielo, si volverá o si sigue aquí. No sé si todos, algún día, se queden sin palabras, o si algún día verán algo en el cielo. Mi conciencia se elevó, y todo se volvió oscuridad. Ahora sólo puedo recordar mi triste aventura. A veces, los Tres me dejaban ver algo. Ví gente como yo, llegando al pueblo y repitiendo una y otra vez la misma aventura. También ví a alguno con la misma vestimenta que llevaba yo. Una vez. No sé por qué, después de ese día, mi gente sólo parecía mirar atrás, y de vez en cuando me hablaba una nueva voz. Le pregunté una vez si los sueños se iban a acabar, y no supo responderme. A partir de entonces, se me permitió tener lunas en mi oscuridad. También se me permitía ver el flujo de nubes. Ya no era color nube. Se había teñido de los muchos colores que llevaban los desdichados que se perdieron en el sueño. Rojo, amarillo, morado. El flujo se estaba ensuciando sin posibilidades de mejora. Era una carrera contra el tiempo: necesitábamos la llegada del quinto.

POR : Bruno Abello