fuerte que contenía por lo menos diez mil dólares. Pero no había tal caja fuerte, de modo que
ataron y amordazaron a toda la familia, matándolos uno a uno. Smith ni ha confirmado ni ha
negado que tomara parte en el crimen. Cuando le dijeron que Hickock había firmado una
confesión, Smith dijo: "Quisiera ver la declaración de mi amigo". Pero la petición fue
denegada. La policía no ha querido revelar si fue Hickock o Smith quien cometió en realidad
los asesinatos, y subrayó que la declaración es sólo la versión de Hickock. Los agentes del
KBI que traen los dos hombres a Kansas, han salido ya en coche de Las Vegas. Se espera que
lleguen a Garden City a última hora del miércoles. Mientras tanto, el fiscal del distrito Duane
West... »
-Uno a uno -dijo la señora Hartman-. Imagínate. No me extraña que el mal bicho ese se
haya desmayado.
Las demás personas que se hallaban en el café, la señora Clare, Mabel Helm y un joven
agricultor, bien plantado, que había entrado a comprar un paquete de picadura Brown's Mule,
hablaban entre dientes. La señora Helm se llevó una servilleta de papel a los ojos:
-No lo quiero oír... -dijo-. No debo. No quiero.
«... las noticias del esclarecimiento del suceso han provocado escasa reacción en el
pueblo de Holcomb, que se halla a menos de un kilómetro de la casa de los Clutter. En
general, los integrantes de esta comunidad de doscientas setenta personas han hecho constar
su alivio... »
El joven granjero resopló:
-¿Alivio? Anoche cuando lo dio la televisión, ¿saben lo que hizo mi mujer? ¡Llorar
como un bebé!
-¡Chis! -dijo la señora Clare-. Esa soy yo.
«...Y la encargada de correos de Holcomb, señora Myrtle Clare, dijo que los habitantes
se alegran de que el caso se haya resuelto pero que todavía hay quien teme que pueda haber
otras personas complicadas. Dijo que muchas familias aún siguen con la puerta cerrada y las
armas al alcance de la mano... »
La señora Hartman rió y dijo:
-¡Oh, Myrt! ¿A quién le dijiste eso?
-A un periodista del Telegram.
Los hombres que la conocían, muchos de ellos, trataban a la señora Clare como si fuera
un hombre más. El granjero le dio una palmada en la espalda y le dijo:
-¡Caramba, Myrt! ¡Caramba! ¿Todavía crees que alguien de aquí tuvo algo que ver con
ellos?
Pero eso era, precisamente, lo que la señora Clare pensaba, y aunque por lo general
estaba sola en sus opiniones, esta vez las compartían la mayoría de los habitantes de
Holcomb, que después de vivir siete semanas entre malsanas murmuraciones, recelo y
sospecha generales, parecieron desilusionados al enterarse de que el asesino no era ninguno
de ellos. En realidad, muchos se negaban a aceptar el hecho de que dos desconocidos, dos
ladrones forasteros fueran los únicos responsables. Como dijo entonces la señora Clare:
-Quizá sea verdad que esos tipos lo hicieron: pero ahí no acaba la historia. Aguarden.
Algún día llegarán al fondo del asunto y entonces descubrirán quién se esconde tras ellos.
Quién quería quitar a Clutter de en medio. El cerebro.
La señora Hartman suspiró. Deseaba que Myrt se equivocara. Y la señora Helm dijo:
-Lo que yo quiero es que los encierren bien. No podré sentirme tranquila sabiendo que
los tenemos por aquí.
148