Más al sur el penetrante olor de las maderas recién cortadas de los astilleros . Durante los siglos XVIII y XIX , el imaginario popular traído de Andalucía aconsejaba que el último enjuague de las ropas femeninas sea en agua de romero y limón .
Así al paso del caminar el ambiente se impregnaba con la fragancia del campo primaveral .
Los domingos de misa era frecuente que las muchachas se untaran una suave mezcla de remolacha en las mejillas . Entonces tenían el color sonrosado en sus rostros
Para los labios se hacía una tenue pasta de harina remolacha y yerbabuena .
Entonces los besos también sabían a Yerbabuena .
Para lavar las ropas de manera que queden muy blancas se cogía una hierba llamada garbe , que crece en los campos al pie de los ríos , se la machacaba y producía una especia de gelatina parecida al jabón y dejaba las ropas espléndidamente blancas .
44