Ana Paula Espinoza - El Semáforo
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Me es díficil pensar en una persona, una señal o un momento que me haya marcado, porque creo que la vida se trata precisamente de encuentros y coincidencias, de personas que llegan y se van, de decisiones. Si sigo pensando, dedicaría un libro a todos y todo aquello que me ha marcado, así que les compartiré una experiencia que fue literalmente
una “señal en el camino”.
Vivía uno de esos momentos en la vida, cuando te enfrentas a una gran libertad, cuando “inicia tu vida profesional” y se supone que estás preparado para hacer lo que siempre has querido. Sin embargo, no tenía muy claro qué era eso para lo que me había preparado, ni siquiera qué era lo que siempre había querido profesionalmente, así que empecé a hacer lo que me parecía mas adecuado al momento: buscar ofertas de empleo de mi rama y enviar curriculums. Pero cuando tenía que describir mis aptitudes o mis intereses me quedaba siempre en blanco y terminaba por escribir lo que pensaba que los reclutadores querían leer. Así pasaron varios meses de hacer llamadas, esperar respuestas, pero sobr etodo de intentar convencerme que en realidad podía encajar en alguno de esos anuncios
de trabajo.
Pero un día, regresando a mi casa después de una de tantas entrevistas de trabajo fallidas y ya con los ánimos muy bajos, me tocó rojo en un semáforo.
Era el cruce de avenidas importantes, siempre llenas de peatones en donde es difícil distinguir a alguien, pero de pronto, al voltear, vi parado en la esquina a un ex compañero de universidad de una amiga. Hacía años que no lo veía, pero me acordaba que vivía cerca de mi casa, así que para dejar de pensar en el “nosotros te llamamos” bajé el vidrio del coche y lo llamé para ofrecerle un aventón.
pensar en el “nosotros te llamamos” bajé el vidrio del coche y lo llamé para ofrecerle un aventón. Extrañamente, me escuchó y, casualmente estaba esperando el autobús para ir a su casa, así que sin dudarlo ni un minuto caminó hacía la puerta del copiloto.
A decir verdad, al momento que aceptó el aventón, me arrepentí un poco de haberlo ofrecido, porque más allá de mi amiga no teníamos nada en común y yo no soy muy hábil para iniciar conversaciones así nada más. Vi hacia adelante, me di cuenta que era la hora pico y que estaría en el coche con él al menos 40 minutos, pero ya era tarde para escapar.
Se subió, nos saludamos y mientras mi cabeza intentaba encontrar algún tema de conversación para hacer mas agradable el trayecto, él, sin pensarlo mucho, me hizo la pregunta clave: “¿Que haces tú por estos rumbos?”
Sintiéndome un poco más relajada, le conté que venía de una entrevista de trabajo, en un lugar verdaderamente horrible, con un mal sueldo y peores horarios, pero era tanta mi desesperación que hasta estaba deseando que me llamaran. “Que casualidad” me dijo, “yo también vengo de una entrevista de trabajo, en realidad es una amiga que está armando un equipo, porque le acaban de dar la coordinación de un proyecto.”
Un poco encerrada en mis frustraciones, casi sin dejarlo terminar pensé que lo último que me faltaba era justo ese día toparme con alguien que me contara sus éxitos profesionales, pero guardé silencio y lo dejé continuar. Me contó mas sobre el lugar de trabajo, las condiciones y el proyecto. La verdad sonaba bastante interesante, “¡que ganas de conseguirme algo así!” pensé, cuando derrepente me dijo que era una pena que el no iba a tomar el puesto porque a pesar de todo no era precisamente en donde quería desarrollarse, pero que si a mi me interesaba podía llamar a su amiga esa misma tarde.
Cuando menos pensé ya habíamos llegado a su casa, el camino me pareció cortisimo. Pero lo mas importante es que cuando se acabó ese día no solo tenía un trabajo, si no que se había abierto la primer puerta de una serie de grandes oportunidades y por si fuera poco, había empezado una amistad con un viejo conocido.
Imagen: Stock.xchng