dos generaciones
dos generaciones
Érase una vez…
“Llegaban a la aldea escondida entre montañas, muertos de frío
y de miedo. Sólo hacía unos kilómetros que habían logrado despistar a los
representantes del Gobierno que les
perseguían desde que escaparon del
hospital. La hora de Mei-li estaba cercana y necesitaban un refugio. A la entrada de la aldea, algo alejada de miradas indiscretas, divisaron lo que en
otros tiempos fue una cabaña, ahora
sólo unos restos de cañas y ladrillos
que habían sobrevivido al abandono
de sus dueños.
Xen-chu, el marido de Meili, tuvo que adecentar el lugar como
pudo. Sacó unas mantas del carricoche y ayudó a su mujer a tumbarse
sobre ellas. Echó fuera los excrementos de animales que se extendían
como una alfombra por el suelo del
chamizo, ahuyentó a algunas gallinas
que se habían adueñado del lugar, y
encendió una hoguera para calentar el
agua que necesitaría su mujer y para
preparar unas tazas de té, por si la espera se hacía larga.
Los viajeros habían recorrido un largo camino para llegar hasta
aquí. Su mayor ilusión era tener un
hijo, y cuando supieron, después de
años de esperar en vano el fruto de su
amor, que Xen-chu era estéril, buscaron incansablemente un remedio para
su pena. Pero todo lo que la ciencia
ofrecía resultaba muy caro para su
miserable economía de simples obreros del textil. Trabajaban de sol a sol,
pero regresaban a casa con algo menos de lo necesario para comer. Nunca
tendrían los yens que se necesitaban
para que el milagro de la concepción
se realizara. Desesperados, y después
de orar profundamente y de besarse
con pasión, pues se amaban tiernamente, decidieron que Mei-li buscaría
un hombre limpio y honrado que dejara en su vientre la semilla de futuro
que Confucio le había negado a Xenchu, en su inescrutable sabiduría.
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Así se hizo y, transcurridas
unas lunas, comprobaron que Mei-li
estaba preñada y su felicidad no tuvo
límites.
Cuando en el gran hospital
les dijeron que lo que esperaban con
tanto ahínco era una niña no les importó; les daba igual que fuera hembra o varón, era su preciado retoño e
iban a dedicar su vida entera a cuidarlo. Pero al Gobierno no le daba igual.
Había prohibido que nacieran niñas,
había demasiadas, y era necesario
romper la cadena de la reproducción;
el país no podía soportar la superpoblación que amenazaba con arruinar
la economía. Mei-li debía abortar. Su
horror ante la orden no tenía límites.
Lloraron hasta que la fuente de las
lágrimas se les secó y rezaron día y
noche al altísimo para que les hiciera
saber cómo podían salvar a su hija.
Al no obtener respuesta, decidieron huir. Caminar hasta donde
las fuerzas les llegaran y esconderse en algún lugar remoto, donde
poder parir a su hija. No les importó
perderlo todo, ni ser perseguidos a
través del país. Vivieron de la caridad
de los lugareños que lloraban con ellos cuando les contaban su historia.
Rechazaron ofertas de traficantes sin
escrúpulos que les ofrecían comprar a
la niña para los burdeles de la gran ciudad. Viajaron y viajaron sin detenerse,
con tal de salvar a su pequeña. Y por
dónde pasaban, al verlos tan decididos
y valientes, las gentes iban comprendiendo que si esa niña se salvaba, ellos
también serían salvos.
Llegó el momento, y cuando
la recién nacida ya reposaba sobre el
pecho de su madre y el aire de la pobre cabaña se llenó del aliento de la
vida que resplandecía en las caras de
los amantes padres, aparecieron tres
aldeanas, a las que había sido revelado el secreto de aquel parto por las
noticias que de aldea en aldea iban
transmitiendo los campesinos que les
habían ayudado. Les ofrecieron tres
presentes: no tener más miedo, cuidar
de ellos como espejo en el que todos
debían mirarse, y viajar por el mundo
a dar la buena noticia de que había
nacido una niña que anunciaba una
nueva era.”
Miles de niñas chinas recién nacidas resultan muertas o abandonadas
cada año como consecuencia de la
política del gobierno chino:
El aborto selectivo y el límite de dos
niños por familia.
¡Pásalo!
Por: Merçé Sánchiz
Cuento después de Navidad
Este pequeño cuento lo escribí en el año 2007, a raíz de una noticia que se difundió internacionalmente. Desconozco si la situación en China sigue siendo la
misma. ¡Ojalá que no! Para ell@s y para tod@s l@s que leáis esta revista, mis
mejores deseos de paz y felicidad para estas fiestas. Desde el corazón.
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