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ecuerdo que desde que estaba en la carrera
mucha gente me decía que tenía que conocer
Chiapas por sus espectaculares vistas, los
recorridos únicos y la comida tan deliciosa que
podías comer ahí. Siempre era todo Chiapas y
jamás le presté mucha atención, como que nunca
le di la importancia al estado hasta que tuve que
ir allá para cubrir una boda. La verdad no me
entusiasmaba mucho el hecho de ir a conocer,
pero si me gustaba la idea de que iba a conocer
una parte de México que era nueva para mi. Había
escuchado de San Cristobal, de Tuxtla y del Cañón
del Sumidero, pero jamás se me ocurrió ver que
era lo asombroso de ello.
La cantidad de restaurantes y bares que
puedes conocer en el Andador Real de Guadalupe
es impresionante, que te lleva hasta la Iglesia de
Guadalupe. También el mismo andador te lleva
al Parque Central que en las noches está lleno
de colores y de gente vendiendo artesanías.
Atravesando el parque, por la calle Miguel Hidalgo
llegas hasta la Iglesia del Carmen, una de las más
bellas maravillas creadas por el hombre. En esa
misma calle hay restaurantes, bares y cafeterías con
áreas abiertas que pasan de ser espacios pequeños
a un espacio de convivencia grande en donde todos
están disfrutando de la magia de San Cristobal.
En cuanto iba aterrizando a Tuxtla, sentí
una energía muy bonita, se veía la flora tan seca
y verde a la vez, cálido pero misterioso, como si
alguna sorpresa de esas que te maravillan fuera a
salir de la nada. En el camino a San Cristobal de las
Casas sentí muy fuerte el cambio de presión y vaya
que se ve la diferencia cuando llegas a este Pueblo
Mágico. La forma en la que te envuelve el ambiente
tan frío pero con ese toque rústico de calles
empedradas y estrechas en donde quieres caminar
todo el día y noche. Hay trabajos artesanales tan
bellos que quieres llevartelos todos a casa o tener
un pequeño pedazo de San Cris contigo.
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