12 CUENTOS PEREGRINOS 12_cuentos peregrinos | Page 39

más frecuentes y peligrosos. — Es raro — dijo Saturno—. Siempre fue de genio fuerte, pero de mucho dominio. El médico hizo un ademán de sabio. «Hay conductas que permanecen latentes durante muchos años, y un día estallan», dijo. «Con todo, es una suerte que haya caído aquí, porque somos especialistas en casos que requieren mano dura». Al final hizo una advertencia sobre la rara obsesión de María por el teléfono. — Sígale la corriente — dijo. — Tranquilo, doctor — dijo Saturno con un aire alegre—. Es mi especialidad. La sala de visitas, mezcla de cárcel y confesionario, era el antiguo locutorio del convento. La entrada de Saturno no fue la explosión de júbilo que ambos hubieran podido esperar. María estaba de pie en el centro del salón, junto a una mesita con dos sillas y un florero sin flores. Era evidente que estaba lista para irse, con su lamentable abrigo color de fresa y unos zapatos sórdidos que le habían dado de caridad. En un rincón, casi invisible, estaba Herculina con los brazos cruzados. María no se movió al ver entrar al esposo ni asomó emoción alguna en la cara todavía salpicada por los estragos del vitral. Se dieron un beso de rutina. — ¿Cómo te sientes? — le preguntó él. — Feliz de que al fin hayas venido, conejo — dijo ella—. Esto ha sido la muerte. No tuvieron tiempo de sentarse. Ahogándose en lágrimas, María le contó las miserias del claustro, la barbarie de las guardianas, la comida de perros, las noches interminables sin cerrar los ojos por el terror. — Ya no sé cuántos días llevo aquí, o meses o años, pero sé que cada uno ha sido peor que el otro — dijo, y suspiró con el alma—: Creo que nunca volveré a ser la misma. — Ahora todo eso pasó — dijo él, acariciándole con la yema de los dedos las cicatrices recientes de la cara—. Yo seguiré viniendo todos los sábados. Y más, si el director me lo permite. Ya verás que todo va a salir muy bien. Ella fijó en los ojos de él sus ojos aterrados. Saturno intentó sus artes de salón. Le contó, en el tono pueril de las grandes mentiras, una versión dulcificada de los pronósticos del médico. «En