REFLEXIÓN
Revista mensual
PUBLICADO POR EL CLASIFICADO( 323) 796-2209
POR CARLOS MACIEL | L. A.
Hay mañanas en las que el despertador suena, pero el cuerpo ya estaba despierto. No por descanso, sino por costumbre. Te levantas en silencio, para no despertar a nadie. A veces ves los dibujos de tus hijos pegados en el refigerador, con fechas pasadas de festivales escolares que no pudiste ver. Promesas que hiciste con el corazón … y rompiste con el reloj.
Trabajar es honrado. Claro que sí. Pero cuando el trabajo empieza a borrar cumpleaños, citas médicas, tardes de juegos o la voz de tu madre al otro lado del teléfono, algo empieza a doler por dentro. Y ese dolor no se dice, se aguanta. Porque“ así tocó”. Porque“ queríamos norte”.
Hay compañeros que no han visto a sus hijos en toda la semana, que llegan a casa cuando ya todos duermen. Que comen parados, que no descansan ni cuando descansan. ¿ Y todo para qué? Para pagar cuentas, para enviar dinero, para alcanzar ese“ algún día” que nunca llega y cuando por fin abrimos los ojos … nuestros hijos ya crecieron.
Te perdiste su primer diente flojo. Su presentación de dan-
CON EL BALANCE DE TRABAJO Y FAMILIA, ES MÁS PROBABLE QUE TENGAS LA ENERGÍA MENTAL Y EMOCIONAL PARA BRINDAR A TUS HIJOS LA ATENCIÓN AMOROSA QUE NECESITAN PARA DESARROLLARSE, APRENDER Y PROSPERAR.
¿ Trabajas para vivir o vives para trabajar?
Muchos trabajan sin descanso por un futuro mejor, pero ¿ a qué costo? La vida sigue sin ti. Hay cosas que el dinero no puede comprar za. Su cita con el pediatra. No porque no los amaras, sino porque“ necesitas” el dinero del turno extra. Porque las cuentas no esperan. Porque el miedo a perder el trabajo pesa más que el deseo de quedarte en casa un día más.
¿ Y tú? ¿ En qué momento dejaste de ser parte de tu propia vida?
No vinimos a este país solo a sobrevivir. Vinimos a vivir. A construir, sí, pero también a abrazar, a reír, a ver cómo nuestros hijos se convierten en personas frente a nuestros ojos.
Tal vez no siempre podamos cambiar la realidad, pero sí podemos hacer pausas. Decir que no, aunque sea una vez. Apagar el celular. Llegar a casa a tiempo para una cena en familia.
Porque el verdadero éxito no siempre se mide en dólares. A veces, se mide en abrazos que no nos perdimos.
Trabaja duro, sí … pero no tanto como para olvidarte de vivir. Hay empleos que se recuperan, pero un cumpleaños perdido, una infancia sin ti … eso no vuelve. Al final, tus hijos no recordarán lo que les diste, sino si estuviste ahí. A veces, lo más valioso es simplemente estar presente.
Como dijo Harold Kushner,“ nadie en su lecho de muerte desea haber pasado más tiempo en el trabajo.” Tal vez hoy sea el momento de mirar lo esencial. �