PERO ESE IMPULSO DE AMOR, SI NO SE RECONOCE, PUEDE TRANSFORMARSE EN UNA FORMA DE CONTROL.
SALUD
Revista mensual
PUBLICADA POR EL CLASIFICADO( 323) 796-2209
POR BECKY KRISNKY | LA
Uno de los duelos más silenciosos que atraviesa un padre o una madre ocurre cuando el hijo, ya adulto, se aleja del nido para intentar volar por sí mismo. Aunque su cuerpo crezca, muchas veces el corazón del padre se resiste a dejarlo partir. Se quiere seguir guiando, advirtiendo, protegiendo … como si el amor pudiera evitarles el dolor.
Pero ese impulso de amor, si no se reconoce, puede transformarse en una forma de control. Con la excusa de“ querer evitarles sufrimientos”, se les impide vivir sus propios procesos, tomar decisiones y hasta equivocarse. Se les roba la oportunidad de crecer con dignidad.
Soltar no es abandono. Confiar en ellos no es ser indiferente. El verdadero acto de amor consiste en permitirles tropezar, enfrentar retos y construir su historia, incluso si creemos que se están equivocando. Porque solo cuando uno se hace responsable de sus decisiones— y también de sus caídas—, realmente crece.
FALSAS IDEAS QUE IMPIDEN SOLTAR:
PERO ESE IMPULSO DE AMOR, SI NO SE RECONOCE, PUEDE TRANSFORMARSE EN UNA FORMA DE CONTROL.
Muchas veces, los padres justifican su necesidad de controlar con frases que suenan amorosas, pero que esconden miedo o inseguridad:
Dejar que tus hijos se tropiecen es un acto de amor
Aprenda a criar hijos emocionalmente fuertes sin sobreprotegerlos
“ Yo ya viví, sé lo que viene, no quiero que sufra como yo”.
“ No es que no confíe en ti, es que el mundo está muy difícil”.
“ Solo te digo esto porque te amo”.
“ No quiero que desperdicies tu potencial”.
“ Solo quiero que seas feliz”.
Estas frases parecen proteger, pero en realidad limitan. Transmiten que no confiamos en sus capacidades y debilitan el vínculo al generar desconfianza.
AFIRMACIÓN PERSONAL:
Acepto que ser padre es un regalo, y educar es una responsabilidad que requiere entrega, humildad y fortaleza. Tengo el valor de dejar que mis hijos tropiecen, confiando en que sabrán levantarse y encontrar su propio camino. No los detengo por miedo, los acompaño con respeto. Renuncio al control para dar espacio al crecimiento.
CUANDO LOS HIJOS NO SE EQUIVOCAN, NO CRECEN
Cada tropiezo, cada error, cada“ no” que reciben, les enseña a desarrollar tolerancia a la frustración, a formar criterio propio y a descubrir quiénes son. La madurez emocional no se hereda: se construye con esfuerzo y decisiones.
Una vida sin tropiezos es una ilusión peligrosa. Al evitar cada caída, los padres también quitan la oportunidad de levantarse. Educar no es protegerlos de todo, sino prepararlos para enfrentar lo que vendrá. �
Becky Krinsky es coach de vida y bloguera.