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Las lluvias aliviaron a los productores y le cambiaron la cara a la campaña agrícola. Pero los precios no mejoran y los márgenes se ajustan, lo que impacta en la inversión.

NOTA DE TAPA. DIENTES APRETADOS,

CON LA SOJA COMO REINA

NOTA DE TAPA. DIENTES APRETADOS,

CON LA SOJA COMO REINA

Cuando las papas queman, la soja saca chapa. Tras varios años de perder participación a manos del maíz, la oleaginosa va por su segunda campaña de recuperación. Arrancaron las primeras siembras y se espera un incremento de 10% de la superficie, hasta 17,7 millones de hectáreas en todo el país, con una producción superior a las 52 millones de toneladas.

Como señaló Rodolfo Rossi, presidente de la Asociación de la Cadena de la Soja (Acsoja), este regreso no es tanto por mérito propio como por problemas ajenos. El temor a la chicharrita, que provocó grandes pérdidas en la campaña maicera del año pasado, restó interés por la forrajera. También influye la incertidumbre climática y, sobre todo, el ajuste de los márgenes.

Con un mercado pesado en general, más allá de algunas ventanas de oportunidad como las que hubo en octubre, y con el gobierno nacional ratificando señales de que no devaluará ni rebajará retenciones a la exportación, el cultivo menos costoso y “más gaucho” se convierte en el pilar de una estrategia productiva defensiva.

Florencia Poeta, analista de la Guía Estratégica para el Agro (GEA) de la Bolsa de Comercio de Rosario, explicó que hay que retrotraerse dos años “para encontrar buenos números agrícolas”. Y en ese momento tampoco pudieron ser capitalizados completamente por el impacto de la sequía de 2022/23.

Márgenes ajustados

Cargando esta mochila, el sector enfrenta el nuevo ciclo con márgenes de u$s 400 por hectárea de maíz y de menos de u$s 300 en soja, en campo propio. Bajo alquiler, la soja de primera sigue dando números negativos.

El problema es, precisamente, que el 51% de los productores agropecuarios realiza sus actividades en campos arrendados, según señaló el AgBarometer de la Universidad Austral en su última edición. La encuesta que realiza esa casa de estudios para medir la confianza del productor reflejó que para el 76% de los consultados el pago de los arrendamientos representa el 40% o más de sus costos totales, mientras que para un 48% la incidencia es del 50% o más.

El ajuste de márgenes modera la inversión. “Hablamos de una caída de más de u$s 100 ó u$s 200 por hectárea en la rentabilidad, lo cual afecta las inversiones de campaña, pero también la renovación del parque de maquinaria”, indicó Poeta.

De hecho, el 65% de los productores consultados por el AgBarometer manifestó su falta de interés en realizar inversiones y culpó de ello a “la incertidumbre macroeconómica, la falta de alternativas rentables y la desconfianza en el futuro del sector”.

La reducción del área sembrada con maíz, que es gran demandante de insumos, contribuye a esa retracción. Dante Romano, profesor e investigador del Centro de Agronegocios y Alimentos de la Austral, explicó que “los planteos se volvieron menos arriesgados, lo que se traduce en más soja”.

Mercado pesado

Es que si bien las lluvias de octubre le cambiaron la cara a la campaña desde el punto de vista agronómico, los precios siguen un escalón por debajo del ciclo 2023/24. En estos momentos el valor de soja está por debajo de los u$s 290 por tonelada y el maíz en la zona de u$s 375 / u$s 380. El trigo, que se sembró en momentos en que el precio subía hasta u$s 240 ó u$s 250, hoy está próximo a levantarse con valores cercanos a los 200 dólares.

Con estos números los negocios se demoran. El economista de la Austral señaló que los productores de trigo tienen vendida solamente el 11% de su producción estimada, cuando en otros años esa porción se arrima, a esta misma altura del ciclo, al 25%. También están retrasadas las ventas de maíz y soja.

Ese cisne negro pareció llegar hace unas semanas, cuando la fuerte demanda internacional por derivados de soja impulsó el crush de las fábricas aceiteras en Argentina. Una serie de eventos globales coincidieron para potenciar la demanda de derivados de soja. “En medio de un proceso de fuerte ajustes de precios relativos, con las cotizaciones FOB por debajo de los niveles promedios del último cuatrienio, los precios atractivos para la demanda junto con la necesidad de cubrir la escasez de productos sustitutos, llevaron a una puja interesante por aceite, harina y porotos de soja argentinos”, señalaron Matías Contardi y Julio Calzada, economistas de la Bolsa de Rosario. Así, la molienda en el noveno mes del año batió récords históricos hasta llegar a 4 millones de toneladas.

Este salto, y el carry trade, movilizaron también las liquidaciones de dólares por parte de las empresas asociadas a la Cámara de la Industria Aceitera de la República Argentina (Ciara) y el Centro de Exportadores de Cereales (CEC). Fueron u$s 2.553 millones en octubre, un 243% más que el mismo mes del año anterior. La suba también fue impulsada por una aceleración de las compras chinas, país que “está comprando sobre Estados Unidos hasta diciembre, y sobre Sudamérica desde enero hacia adelante”. El movimiento se anticipó al resultado de las elecciones en Estados Unidos y la posibilidad de que empiece una nueva guerra comercial. De todos modos, no se trata de un aumento en las compras sino de un cambio en los tiempos de adquisición.

En lo estructural, hay dos datos que preocupan al complejo agropecuario, y al oleaginoso en general: la pérdida de peso de la producción argentina en el mundo, que limita su influencia en materia de precios, y la posibilidad de que el comercio internacional de commodities esté volviendo a la fase previa al superciclo de precios iniciado con el ingreso de China a la OMC.

“El superciclo de commodities que impulsó el boom de la soja en los 90 terminó”, sentenció Pablo Scarafoni, de Cargill, en el último congreso de Acsoja. Esta vuelta al pasado encuentra al mercado con una oferta mayor. Brasil, por ejemplo, triplicó la cosecha de soja en veinte años. Es probable, en este escenario, que los precios internacionales se mantengan un tiempo largo. “Con este nivel de presión impositiva Argentina no puede competir en este mundo más hostil”, advirtió el ejecutivo de Cargill. Entre críticas a las retenciones y el tipo de cambio, los directivos de la industria aceitera filtraron algo de ácido por el tratamiento diferencial que se le da al petróleo, gas y minería, a través de esquemas como el Rigi.

Pero una de las más recientes observaciones sobre esta situación provino no de un economista ligado al campo, sino al mundo sindical. Pablo Manzanelli, del centro de estudios Cifra –perteneciente a la CTA-T– apuntó que “en términos de los cambios de precios relativos el campo es uno de los más perjudicados después de los jubilados y los trabajadores”.

El mundo agropecuario había depositado mucha expectativa en el gobierno de Javier Milei, pero ahora está inquieto e impaciente.

Lluvias salvadoras

Con condiciones macroeconómicas complejas, la alegría vino del cielo. Tras varios meses de zozobra, octubre llovió como para cambiar el panorama de la campaña.

“Las lluvias fueron un punto de inflexión para todos los cultivos. Vinieron a activar las actividades de siembra gruesa y a frenar el deterioro de los invernales, aunque ya sea imposible alcanzar los 39 quintales por hectárea que se estimaba hace unos meses”, dijo Poeta. Hoy se proyectan 35 quintales. En maíz, la ventana de siembra en fechas tempranas ya está cerrada y habría poca incorporación de tardío, aunque la chicharrita haya desaparecido de los radares. El desaliento volcó a los productores a otros cultivos. Soja, principalmente, pero también sorgo y girasol, sobre todo en el oeste de la zona GEA.

La soja, igual, sigue siendo la opción principal. “Estimamos que se va a sembrar aproximadamente un 20% más en relación con la campaña pasada en la región núcleo, alcanzando unas 5,5 millones de hectáreas”, agregó la especialista de la Bolsa de Rosario.

A futuro, recordó que La Niña está todavía presente, aunque sería más leve de lo que se creía meses atrás y de menor duración. De hecho, el consultor Alfredo Elorriaga adelantó en el último informe GEA que los indicadores de octubre muestran que se materializó el deseo del sector. “La intensidad ha vuelto a decrecer y ya podemos hablar de una Niña débil”, declaró.

Por lo pronto, las últimas lluvias permiten comenzar la siembra con buena recarga de perfil y eso cambia mucho las expectativas. “Si bien después tenemos alta demanda atmosférica por los meses de verano ya el panorama es distinto”, dijo Poeta, quien recordó que a mitad de septiembre la humedad estaba al límite. Sin precio, la apuesta es a los rindes.

Por ÁLVARO TORRIGLIA

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