Sumar competitividad sin devaluar es el
gran desafío
Por GABRIEL GONZÁLEZ
l programa monetario sigue en el centro de la polémica. A lo largo de 2024 el gobierno de Javier Milei resistió a capa y espada todas las presiones devaluatorias, y a partir de un drástico ajuste del gasto público logró poner en caja a la inflación, en contra de los pronósticos pesimistas.
La misma discusión se reinstaló en los albores del nuevo año, pero en otros términos, porque ahora ya quedó agendada la eliminación sí o sí el cepo cambiario, una herramienta que demostró sobrada eficacia para desalentar corridas cambiarias, pero que desalienta inversiones y complica la incipiente reactivación de la economía.
Economistas de fuste, con el ex ministro Domingo Felipe Cavallo como estandarte, plantean que el tipo de cambio está apreciado un 20% con relación al dólar. Y advierten que el atraso cambiario afectará cada vez más la competitividad de las empresas nacionales, más expuestas al arribo de mayor número de importaciones. Sostienen que el mix de cepo + blanqueo de capitales permitió hacer retroceder a la cotización de la divisa americana, pero las reservas argentinas no alcanzan para sostener el actual equilibrio cambiario. Con la pérdida de competitividad, agregan, se dificultará aún más la acumulación de reservas, y se afectará el balance de pagos.
El gobierno niega que el dólar sea barato –“No entienden el nuevo paradigma”, sostiene Milei– y confía en sostener el actual equilibrio cambiario con las inversiones que empezaron a llegar a partir del Rigi –básicamente en minería y energía–. También espera torcerle el brazo y conseguir plata del FMI (Milei ya le puso una cifra: u$s 11.000 M). Si se sostiene la caída del riesgo país, la Argentina quedará también en condiciones de renegociar los vencimientos de deuda en forma directa con los tenedores de los títulos públicos.
En un año electoral, el gobierno hará lo imposible para evitar una devaluación que tire por la borda su principal logro y detone un ciclo de ajuste de tipo de cambio, precios, servicios y salarios.
Si se evita una devaluación, el otro gran dilema por resolver es la competitividad de las empresas. Las del campo sufren los bajos precios internacionales de los principales comodities, y claman por una quita de las retenciones, algo que hasta ahora no apareció en la agenda gubernamental más inmediata. La industria también la tiene difícil porque los cambios estructurales que están en la vaina –reforma impositiva, régimen laboral y previsional– requieren de leyes muy difíciles de obtener durante un año electoral.
Por caso, en materia de impuestos, desde la fábrica hasta el consumidor, los impuestos en cascada significan un 50% del costo del producto. No será sólo un tema del gobierno nacional, porque en el medio están los ingresos brutos –de lo más regresivo– que cobran las provincias.
Director de Punto biz
NOTA DEL EDITOR
Milei y Giorgieva (FMI) ahora apuran un acuerdo financiero para la Argentina.