Con datos a noviembre, el Instituto Argentino de Análisis Fiscal (Iaraf) señaló que el saldo de la balanza comercial energética de 2024 superó los u$s 4.800 millones. Tras alcanzar la neutralidad un año antes, el registro del primer superávit de magnitud en más de una década refleja un cambio estructural de la economía argentina.
Las primeras operaciones de YPF en Vaca Muerta, poco después de la nacionalización de la petrolera, plantaron el mojón inicial de una trayectoria ascendente en la producción de hidrocarburos, apenas pausada por la crisis de 2018/19 y la pandemia. La inversión de u$s 47 mil millones en los últimos doce años hizo posible este despliegue. Para la próxima década, los proyectos en carpeta suman u$s 100 mil millones.
El impacto macroeconómico de este proceso se manifiesta en múltiples planos. El más evidente es el cierre del déficit histórico en un sector que se devoraba buena parte de las divisas aportadas, casi exclusivamente, por el agro. Esa reversión fue posible, sobre todo, por la reducción de los pagos por importaciones. “Por el menor precio de la energía importada se ahorraron u$s 843 millones y, por la menor cantidad, u$s 2.946 millones”, destacó el Iaraf.
En una economía en la que la disponibilidad de dólares es determinante, el cierre de esta canilla ya es un aporte enorme. Si hubiera seguido abierta en 2024, cuando el gobierno casi no pudo acumular reservas pese a contar con un superávit comercial histórico de u$s 20 mil millones, la tensión cambiaria habría sido mayúscula.
Un nuevo mapa
Rivales y hermanos, el encastre entre la producción de petróleo y gas con la agroindustria es clave para armar el rompecabezas de la nueva estructura económica argentina.
La cadena de valor agropecuaria aportó casi el 60% de los u$s 79 mil millones en bienes que se exportaron desde Argentina en 2024. De los diez principales complejos exportadores, siete son agroindustriales. Pero en el segundo lugar de este ranking se coló por primera vez el complejo petrolero - petroquímico, con ventas por u$s 9.438 millones. Además, las compras de combustibles y lubricantes cayeron 48,4%.
Una política pública sostenida, con matices, por cuatro gobiernos; una corriente importante de inversiones estatales y privadas, y la provisión de abundantes subsidios a través de precios diferenciales, se combinaron para impulsar el enorme desarrollo del yacimiento de petróleo y gas de Vaca Muerta.
La extracción no convencional (fracking) explica el protagonismo de la cuenca neuquina en esta expansión. Un informe de la Bolsa de Comercio de Rosario cuenta que una década atrás el shale oil representaba el 4,6% de la producción nacional y el shale gas el 15%. Hoy esas participaciones treparon al 55% y 63%, respectivamente. Y crecerán no sólo por lo que queda por explotar allí sino por la emergencia de Palermo Aike, la nueva frontera hidrocarburífera en Santa Cruz.
La producción petrolera de 2024 llegó a 41,5 millones de metros cúbicos, un 9,7% más que en 2023 y un 43% más que en 2020. La de gas alcanzó el máximo desde 2006, con 51 mil millones de metros cúbicos. “De seguir esta tendencia, 2025 podría cerrar con la mayor producción de petróleo y gas del siglo XXI”, pronosticaron Guido D’Angelo y Emilce Terré, investigadores de la Bolsa.
Desde 2013, el grueso de las inversiones se concentró fuerte en la exploración y producción. En 2023, el gasoducto Perito Moreno (ex Néstor Kirchner) marcó un hito en el estratégico sector del transporte, facilitando la viabilidad de los proyectos vinculados al downstream.
El Ministerio de Energía de Neuquén espera desembolsos por u$s 11 mil millones para 2025. El Grupo Argentino de Proveedores Petroleros (Gapp) estima u$s 100 mil millones para la próxima década. Un informe de S & P destacó el renovado interés que despertó en el mercado de capitales la nueva agenda de Vaca Muerta, orientada a aumentar la red de oleoductos. Rankean los casos de Oldelval Duplicar Plus (u$s 1.200 millones) y de la segunda fase de Vaca Muerta Oil Sur (u$s 3 mil millones).
Estas inversiones son esenciales para permitir las proyectadas aguas abajo, como las del consorcio Southern Energy S.A (u$s 2.900 millones) y de Argentina LNG (impulsado por YPF y Shell) para licuar gas y exportarlo. Pero las posibilidades son más amplias. La Cámara de la Industria Química y Petroquímica (Ciqyp) ve una quinta ola de inversión en esa actividad, con posiciones en metanol, polietileno y poliestireno, y fertilizantes. En este último rubro se cuecen planes por casi u$s 4 mil millones, entre los que destacan los de Pampa Energía y Profertil. La primera prevé construir una planta de urea capaz de producir 1,5 millones de toneladas anuales. Podría haber alguna chance para Santa Fe en esa carpeta. La segunda apunta a duplicar la producción de su operación en Bahía Blanca.
El carry petrolero
Aunque no hizo falta para llegar hasta aquí, el gobierno consideró importante impulsar la aprobación del Régimen de Incentivo a las Grandes Inversiones (Rigi), que otorga ventajas jurídicas, fiscales y cambiarias a las empresas que presenten proyectos por más de u$s 200 millones en determinadas actividades. Ya se presentaron ocho solicitudes para acceder a estos beneficios, por u$s 12.400 millones. Dos terceras partes se enfocan en el shale oil & gas.
El Rigi suma laxitud a la circulación de petrodólares, que ya gozan de un sistema más flexible de liquidación que los agrodólares. Además el complejo paga menos retenciones. Pero aun con esta porosidad, el sector de hidrocarburos aportó alivio al balance cambiario por distintas vías. Una es el ahorro en la cuenta energética y la otra es la contratación de préstamos en dólares, que engrosan temporalmente las arcas del BCRA. En diez meses de 2024 se colocaron Obligaciones Negociables (ON) por u$s 7.500 millones. Tres de cada cuatro dólares de deuda fueron tomados por empresas de energía, principalmente las que operan en la cuenca neuquina.
Si se cumplen las previsiones de un superávit energético de u$s 30 mil millones en 2030, se podrá celebrar la remoción de una de las restricciones que condicionaron a la economía argentina en las últimas décadas.
No es un camino sin riesgos. El más novedoso de ellos es el que planteará la competencia del crudo estadounidense a partir de la decisión del presidente Donald Trump de estimular las perforaciones en ese país. Otro más doméstico tiene que ver con el tipo de cambio. El Ministerio de Energía de Neuquén, por caso, explicó que un pozo de Vaca Muerta actualmente tiene un costo aproximado un 30% superior al de los años anteriores, debido principalmente a los aumentos en dólares. En el mercado global petroquímico, por otra parte, se transita un período de reacomodamiento por la sobreoferta china.
Más allá de estas sombras, la “Argentina petrolera” ya está modificando aspectos importantes de la estructura económica. Los enclaves extractivos ganan peso y crean nuevas interacciones con otras regiones. Las 300 empresas santafesinas que se convirtieron en proveedoras de bienes y servicios para el petróleo, gas y minería, son parte de este proceso. También los cruces del agro y la energía en los negocios de grandes compañías, como la propia YPF, el Grupo Pérez Companc o MSU.
Afloran, no obstante, algunas tensiones. Se reflejan, por ejemplo, en el señalamiento de los gobernadores de la Región Centro al Estado nacional por las preferencias fiscales que dio a los sectores incluidos en el Rigi. Quizás perciban, como señala el economista Cristián Módolo, que este régimen “define el mapa económico de las provincias” hasta la segunda mitad del siglo XXI.
Por ÁLVARO TORRIGLIA
La Argentina petrolera va por su segundo round
El sector de petróleo y gas atrajo inversiones por u$s 47 mil millones en poco más de una década y promete traccionar otros u$s 100 mil millones en los próximos diez años.
TRANSPORTE Y VALOR AGREGADO
TRANSPORTE Y VALOR AGREGADO
Oldelval Duplicar Plus, a la cabeza de las inversiones en oleoductos.