Hija de su propio esfuerzo, Rosario y su área metropolitana iniciaron una singular metamorfósis que la volvió a dejar a la vanguardia nacional en términos productivos. La vuelta de la democracia, en 1983, se encontró con una región con cambios consolidados respecto del modelo de desarrollo importante cuando se interrumpió el orden constitucional.
La crisis del régimen de sustitución de importaciones que fue una marca de los años ‘60 se sintió fuerte en el sur santafesino, donde se había delineado un cordón industrial próspero desde San Lorenzo a Villa Constitución. El desenlace de la historia, al margen de los delicados indicadores de desocupación y pobreza en Rosario, fue el desarrollo vinculado a la agroexportación, una hoja de ruta que el sur santafesino aprovechó fuertemente con la radicación, al norte y al sur de la Cuna de la Bandera, de un entramado de terminales portuarias que modificaron para siempre el perfil de una Rosario que se catapultó como capital nacional de los agronegocios.
Las mismas políticas que cercenaron la expansión fabril en áreas clave como la metalurgia, el sector textil y la producción alimenticia, establecieron bases para asentar en el área metropolitana un singular entramado de puertos privados que no tardaron en destronar a Bahía Blanca como el complejo que acaparaba el grueso de los embarques.
El cambio de matriz
“Desde mediados del siglo XX, Rosario se consolidó como uno de los principales núcleos industriales del país. Su crecimiento industrial fue muy significativo entre las décadas del ‘50 y ‘70, en el marco del modelo de industrialización por sustitución de importaciones. Este modelo impulsó una expansión del aparato productivo en el área metropolitana del Gran Rosario. Esta etapa estuvo marcada por una densa red de pequeñas y medianas empresas, talleres metalúrgicos, industrias textiles, de alimentos y maquinarias, muchas veces orientadas al mercado interno y al desarrollo tecnológico nacional.
“Ahora bien, el contexto internacional con la crisis del petróleo, el estancamiento del crecimiento en los países centrales y la reestructuración del capitalismo global a la cabeza, sumado a las decisiones de la última dictadura militar que implementa un cambio profundo en el modelo económico del país, cambian las reglas de juego para siempre. Al margen del efecto inmediato, con la desocupación a la cabeza, hubo un aprovechamiento de Rosario en términos productivos”, sintetiza Gabriela Águila, historiadora, investigadora del Conicet y profesora de Historia Latinoamericana Contemporánea en la Universidad Nacional de Rosario (UNR).
Así, con el regreso de la alternancia democrática en Rosario se experimenta una reestructuración sectorial: mientras muchas industrias tradicionales (metalmecánica, textil, maquinaria agrícola, alimentos) se achican, emergen nuevos sectores ligados a la exportación de materias primas, en particular el complejo oleaginoso (aceites y derivados de soja).
Este cambio productivo va acompañado por una transformación del perfil del puerto de Rosario, que se posiciona como uno de los principales puntos de salida de productos agroindustriales hacia el mundo. La modernización del sistema portuario y la apertura al capital privado (mediante concesiones a empresas exportadoras) convierten al puerto en un enclave estratégico. El fenómeno suma a la escena el capital privado que invierte en muelles propios amparados en las nuevas regulaciones y que le dan una nueva impronta al cordón industrial.
Rosario alcanza el primer lugar en las exportaciones de granos y subproductos que por caso llegaron en 1985 al máximo valor histórico, al superar las nueve millones de toneladas, seguido por los muelles de Bahía Blanca. En ese año, en tanto, los puertos santafesinos de Villa Constitución, San Lorenzo y Santa Fe se ubicaron en cuarto, sexto y octavo lugar respectivamente.
La nueva lógica marcada por inversiones privadas portuarias se traduce en que sobre el cierre de la década de 1980, los muelles de Rosario ceden parte su relevancia como centro exportador a favor del complejo de terminales agroexportadoras de Puerto San Martín-San Lorenzo. Así y todo el impulso portuario metropolitano le permite a la Cuna de la Bandera liderar el proceso como centro urbano que se transformó en capital de los agronegocios, con la radicación de oficinas de multinacionales dedicadas al mercado de granos y la relevancia de entidades que representan los intereses agroexportadores como la Bolsa de Comercio de Rosario.
Cambios en regulaciones
que fueron centrales
Las inversiones privadas portuarias de los ‘80 coadyuvaron para la nueva legislación que también puso a la región de Rosario como un centro de peso global en la exportación de granos y subproductos. Ya en la gestión de Carlos Menem el gobierno nacional proclamó la descentralización portuaria, revirtiendo la política que había dominado en la materia durante casi medio siglo. En 1992 se creó la Subsecretaría de Puertos y Vías Navegables y se disolvió la Administración General de Puertos. Ese mismo año se dictó la nueva ley de puertos que obligó a las provincias a crear entes específicos que se hicieran cargo de los Puertos de Rosario y Santa Fe, como paso previo a la transferencia de los mismos. Lo que siguió fue la transferencia a la provincia de Santa Fe, a título gratuito, de los puertos de Villa Constitución y Puerto General San Martín, y se traspasaron el puerto de Santa Fe y Rosario a entes administradores. La década posterior estará marcada por otro hito fundamental: la concesión privada de la hidrovía.
“Uno de los pocos casos positivos para la provincia de Santa Fe fue el desarrollo durante los ‘90 en el Gran Rosario de la industria oleaginosa, principalmente productora de harinas proteicas, aceites y grasas vegetales (soja). En este tema, el Gran Rosario se ve beneficiado en 1995 con la firma del contrato de concesión entre el Gobierno Nacional y la firma Hidrovía S.A., donde se decide el dragado y balizamiento del río Paraná en el tramo Puerto de Santa Fe-Océano Atlántico a 32 pies de calado. Se inicia una etapa de paulatina instalación de nuevas terminales portuarias graneleras y fábricas aceiteras en el Gran Rosario sobre el río Paraná y el río Coronda”, explica Julio Calzada, doctor en Economía y director de Informaciones y Estudios Económicos de la Bolsa de Comercio de Rosario (BCR).
Desde 1995 y hasta hace poco más de una década el Gran Rosario aprovecharía esta nueva concesión y recibiría importantes inversiones extranjeras y nacionales en la industria aceitera. El Gran Rosario se convertirá en el “polo de crushing de soja más importante del mundo”, por el grado de concentración de empresas en una determinada área geográfica. “Desde los Puertos del Gran Rosario, ubicados en la franja del Río Paraná desde la localidad de Timbúes hasta Arroyo Seco, sobre 97 kilómetros de ribera, se despachan desde el nuevo siglo más del 70% de las exportaciones argentinas de aceites, granos y subproductos. La mayor parte de estas exportaciones son productos del complejo sojero”, insiste Calzada.
El desafío de una nueva
reconversión
De la mano del boom agroexportador Rosario aprovechó no sólo su ubicación estratégica como portal de salida de mercadería. La ciudad y sus urbanizaciones circundantes consolidaron otro perfil que tracciona empleo y dinamismo en la población: el sector servicios. Un vertical que define generalmente a las grandes urbes y que en el sur santafesino puso a la Cuna de la Bandera una vez más en el centro. Ahora bien, el impulso de las inversiones vinculados a los granos y los subproductos encontró un techo de la mano de los límites de los precios internacionales de los commodities del agro y de las políticas locales en materia de derechos de exportación que con diferente grado de injerencia terminan desalentando nuevos desembolsos de multinacionales que terminaron yendo paulatinamente a otros mercados como Brasil y Paraguay.
Frente al fenómeno, Argentina parece tener sobre sus hombros el desafío de reconvertir su industria para generar alternativas competitivas de vanguardia global y que permitan generar fuentes de empleo calificado, al margen de la producción primaria. En ese marco y de la mano del desarrollo agroganadero del país, una respuesta al objetivo de la tecnificación está dada por los emprendimientos agtech, donde el país ya es una potencia, aunque debe atravesar varios desafíos para no terminar como furgón de cola en torno al fenómeno. Es ahí donde Rosario otra vez aparece bendecida.
Es que de la mano de un especial proceso académico, en simultáneo con el boom portuario, tomó vigor la biotecnología como alternativa científica que además derivó en aparición de un nutrido tejido de startups con chance de solucionar desafíos que están ligados a la ciencia de la vida para contrarrestar, por caso, el hambre y el cambio climático. “Casi en línea con ser la capital de la zona núcleo de agro, la provincia de Santa Fe y Rosario en particular está cruzada por profesionales formados en la región que encuentran en las soluciones para el agro un terreno fértil”, expone Mayco Mansilla, managing partner de Innveture, uno de los pocos fondos agrifoodtech con impronta nacional que nació al calor de los miembros de la Asociación Argentina de Productores en Siembra Directa (Aapresid).
“Esta es una de las primeras revoluciones tecnológicas en la historia a la cual llegamos relativamente temprano. A la revolución industrial llegamos tarde. A la de las punto com, a la del software, a todas llegamos relativamente tarde. En este caso tenemos el tiempo de nuestro lado. El tema es que los otros países que compiten con nosotros están con volúmenes de inversión muy por encima de lo que está haciendo Argentina: ahí está el principal desafío”, menciona Mansilla sobre el dilema que enfrenta la región con empresas y empresarios locales que por ahora aparecen tímidos para apalancar proyectos que son capaces de multiplicar utilidades si se sabe esperar. El interrogante se mantiene desde los últimos años: ¿Estará el capital privado regional una vez más a la altura de las nuevas premisas?
Empujada por el campo, apuesta a servicios
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