Rosario, hoy un epicentro de actividad y un pilar de la economía argentina, sienta sus raíces en un pasado donde el ritmo de la vida y la producción estaban dictados por la tierra generosa y el imponente río Paraná. El lapso comprendido desde los primeros intentos de población, con las familias organizadas alrededor de la figura del español Francisco de Godoy –hacia finales del siglo XVII y principios del XVIII y hasta el año 1880–, un momento bisagra signado por la consolidación de la institucionalidad nacional y la creciente ola inmigratoria, resultó trascendental en la configuración de su identidad económica. Este análisis se adentra en las etapas primigenias de la economía rosarina, desde su matriz agro-pastoril hasta el florecimiento de sus molinos y el crucial despegue de su puerto fluvial.
Los primeros pasos
La Rosario embrionaria, distante de la metrópolis que conocemos hoy, se presentaba como un horizonte vasto y llano, característico de la pampa santafesina. Su economía, en sus albores, dependía esencialmente de la explotación de los recursos naturales que este entorno ofrecía con abundancia. La ganadería, centrada en la cría extensiva de vacunos y equinos que prosperaba en las ricas pasturas, constituía la actividad económica primordial. Los rodeos, dispersos en la inmensidad del territorio, satisfacían las necesidades elementales de la exigua población y generaban un excedente que se destinaba al intercambio con jurisdicciones vecinas.
La agricultura, aunque practicada a una escala menor, comenzaba a dejar huella en el paisaje productivo. Los primeros colonos, con una visión de autosuficiencia, cultivaban principalmente trigo, maíz y diversas hortalizas en pequeñas parcelas cercanas a sus precarias viviendas. La notable fertilidad de la tierra, irrigada por las aguas del Paraná y el Saladillo, auguraba un futuro agrícola promisorio. Aunque las limitaciones impuestas por la tecnología rudimentaria y la escasez de mano de obra restringían su potencial.
Tal como lo describe detalladamente Juan Álvarez en Historia de Rosario, este período fundacional se caracterizó por una economía de mera subsistencia, íntimamente ligada a los ritmos inexorables de la naturaleza y a las particulares condiciones geográficas del emplazamiento. La vida era austera, marcada por las actividades productivas que se orientaban casi exclusivamente a la satisfacción de las necesidades inmediatas de la pequeña comunidad. El comercio era esporádico y se circunscribía principalmente al trueque de bienes entre vecinos o a las ocasionales visitas de comerciantes ambulantes que se aventuraban en la región.
La distancia considerable que separaba a Rosario de los centros de poder político y económico de la época, principalmente Santa Fe y Buenos Aires, sumada a su condición de territorio de frontera permeado por la incertidumbre ante un ataque índigena, también incidieron en su lento desarrollo económico inicial. Las tensiones latentes con las poblaciones originarias que habitaban la región y las esporádicas disputas territoriales, obstaculizaban la expansión de las actividades productivas y generaban un clima de inestabilidad que desalentaba la inversión y el crecimiento sostenido. Pese a estas condiciones, la voluntad de los primeros pobladores fue, de a poco, estableciendo las bases del futuro asentamiento.
Mecanización y transformación agrícola (mediados del Siglo XIX)
A medida que la población de Rosario experimentó un crecimiento gradual durante la primera mitad del siglo XIX, impulsado por un lento pero constante flujo migratorio interno, la producción agrícola comenzó a expandirse. Con este aumento en la cosecha de granos, surgió una necesidad apremiante de encontrar métodos más eficientes para su procesamiento. Fue entonces cuando los molinos, inicialmente estructuras sencillas accionadas por la fuerza de animales de tiro o aprovechando la energía hidráulica de los modestos arroyos que surcaban la zona, comenzaron a transformar el panorama productivo local.
La instalación de estos molinos representó un avance cualitativo en la economía rosarina. Permitieron convertir el trigo en harina de manera más rápida y en volúmenes considerablemente mayores, facilitando el abastecimiento de una población en constante aumento y generando un nuevo eslabón fundamental en la cadena productiva agrícola. Estos establecimientos no sólo dinamizaron la agricultura, sino que también crearon nuevas oportunidades de empleo para molineros, artesanos y trabajadores especializados, atrayendo a individuos con diversas habilidades a la incipiente villa.
Álvarez describe en Historia de Rosario cómo la presencia de molinos se erigió como un claro indicador del progreso y la creciente vitalidad económica de la joven villa. Estos establecimientos se convirtieron en puntos de convergencia y en verdaderos dinamizadores de la actividad comercial, ya que los productores de las fértiles tierras circundantes acudían a ellos para procesar sus abundantes cosechas, generando un flujo constante de personas y mercancías que fortalecía el incipiente tejido económico local y fomentaba la circulación de bienes y servicios.
La paulatina evolución de los molinos, desde las construcciones más rudimentarias hasta aquellas que incorporaban tecnologías más avanzadas para la época, reflejó el crecimiento y la diversificación gradual de la economía rosarina. Este proceso crucial sentó las bases para la posterior y significativa expansión de la industria harinera, que con el tiempo se consolidaría como un sector clave y distintivo de la economía regional, impulsando el desarrollo agrícola y comercial a gran escala. Un intento temprano de institucionalizar el crédito y las finanzas fue la creación fallida del primer banco de Rosario, en 1854, denominado el Nacional de la Confederación. Aunque no prosperó inicialmente debido a la inestabilidad política y la falta de un marco legal sólido, este intento pionero evidenciaba la creciente necesidad de contar con instituciones financieras para respaldar el desarrollo económico.
El surgimiento del
Puerto (segunda mitad del Siglo XIX)
Sin embargo, el factor que imprimiría un giro trascendental en la trayectoria económica de Rosario fue, sin lugar a dudas, su ventajosa ubicación geográfica a orillas del majestuoso río Paraná. Este caudaloso curso de agua, verdadera arteria fluvial del sistema hídrico argentino, ofrecía una vía de comunicación y transporte de valor estratégico.
En sus inicios, la actividad portuaria en Rosario fue modesta, limitada al tránsito de pequeñas embarcaciones que transportaban los productos locales, principalmente cueros y algunos cereales, hacia otros puntos del litoral fluvial. Recibían a cambio algunos bienes manufacturados de escasa variedad. No obstante, a medida que la producción agrícola de la región pampeana comenzó a expandirse de manera significativa, impulsada por la creciente demanda de productos primarios a nivel internacional, la importancia estratégica del puerto de Rosario se hizo cada vez más relevante.
La considerable profundidad del lecho del río en este tramo, que facilitaba la navegación de embarcaciones de mayor calado, la relativa facilidad para la construcción de muelles e instalaciones portuarias, y la ubicación central de Rosario en una región de alta productividad agrícola la convirtieron en un punto de convergencia natural para el creciente flujo de mercancías destinadas a la exportación. El embarque de cereales, principalmente trigo y maíz, y otros productos del campo a través del puerto, comenzó a dinamizar la economía local de una manera sin precedentes, generando riqueza y atrayendo nuevas inversiones.
Álvarez apunta con claridad en su obra cómo el puerto se erigió en el verdadero motor del crecimiento económico rosarino. La intensificación de la actividad portuaria generó una demanda creciente de una amplia gama de servicios directamente relacionados con el transporte fluvial y terrestre, el almacenamiento de mercaderías, la intermediación comercial y la creciente actividad aduanera. Fue en este contexto que surgieron las primeras casas de comercio sólidas, las empresas de transporte fluvial y terrestre con una visión más organizada, y los profesionales especializados vinculados al incipiente comercio exterior, como agentes marítimos y corredores. Es así como, hacia mediados del siglo XIX, comenzó a gestarse la idea de un Mercado del Abasto en Rosario, aunque su consolidación como institución formal llegaría en las décadas posteriores. Este mercado representó un paso importante en la organización del comercio local, permitiendo una mejor distribución y comercialización de los productos primarios.
La llegada de inmigrantes europeos, atraídos en gran medida por las prometedoras oportunidades económicas que ofrecían el pujante puerto y la fértil región agrícola circundante, también contribuyó de manera significativa al crecimiento y la diversificación de la economía local. Estos nuevos habitantes aportaron una valiosa mano de obra, conocimientos técnicos especializados en diversas áreas productivas y capitales que fortalecieron el incipiente tejido productivo y comercial de Rosario, inyectando dinamismo y nuevas ideas.
La consolidación institucional
(décadas de 1850 a 1880)
El período que culmina en el trascendental año de 1880 estuvo signado por importantes transformaciones políticas e institucionales a nivel nacional, que ejercieron un impacto directo y profundo en el desarrollo económico de Rosario. La sanción de la Constitución Nacional, en 1853, un hito fundamental en la historia argentina, y el posterior proceso de organización del Estado nacional, sentaron las sólidas bases para un marco legal y político más estable y predecible, lo que a su vez favoreció la inversión de capitales y el crecimiento económico sostenido en todo el territorio, incluyendo a la pujante Rosario.
La paulatina pero firme consolidación de la federalización del país y el fortalecimiento de las instituciones republicanas brindaron un contexto de mayor seguridad jurídica y facilitaron el desarrollo de la actividad comercial y productiva en toda la extensión del territorio nacional, beneficiando directamente a Rosario. La inversión en infraestructura básica, aunque todavía incipiente en esta etapa crucial, comenzó a sentar las bases para un futuro desarrollo más robusto y sostenido, con la construcción de los primeros caminos y la mejora de las comunicaciones.
La llegada cada vez más numerosa de contingentes de inmigrantes provenientes de diversos países de Europa, atraídos por las promesas de una tierra fértil, oportunidades de empleo en el creciente puerto y la perspectiva de un futuro de progreso, se erigió como un factor clave en la economía rosarina. Estos inmigrantes no sólo aportaron fuerza laboral, sino que también introdujeron nuevas técnicas agrícolas más eficientes, conocimientos especializados y una visión emprendedora que enriqueció el panorama productivo local.
Álvarez subraya en su análisis histórico cómo la combinación de la excepcional fertilidad de la tierra circundante, la estratégica ubicación del puerto sobre una importante vía fluvial, la llegada constante de inmigrantes, y la consolidación de un marco institucional nacional más estable y favorable, crearon un marco propicio para el despegue económico sostenido de Rosario en las décadas posteriores a 1880.
El período comprendido hasta el año 1880 revistió una importancia fundamental en la intrincada construcción de la economía de Rosario. Desde una base inicial agro-pastoril, caracterizada por la subsistencia y las limitaciones inherentes a un territorio de frontera, la ciudad experimentó una transformación significativa gracias al impulso proporcionado por sus primeros molinos y, de manera crucial, al surgimiento y la consolidación de su puerto fluvial como un nodo estratégico de primer orden para el comercio tanto regional como internacional.
La visión pionera de sus primeros pobladores, la fertilidad de su tierra, la fuerza de su río y la llegada transformadora de los inmigrantes, todo ello enmarcado por un proceso de consolidación institucional a nivel nacional que brindó un marco de mayor estabilidad, sentaron las sólidas bases para el futuro pujante de Rosario. Este legado de arduo trabajo y una clara visión de futuro continúa resonando en la identidad económica de la ciudad, que hoy se erige como un testimonio palpable del potencial transformador que reside en la sabia combinación de la geografía favorable, el esfuerzo colectivo de sus habitantes y una visión estratégica de largo plazo.
De la economía agropecuaria al incipiente impulso portuario
Desde los primeros asentamientos hasta la consolidación institucional y la llegada
de los inmigrantes. Las bases económicas que moldearon la pujanza de Rosario.
ENTREVISTA CON GASTÓN MINARDI
Cuadro “La villa del Rosario en 1840” muestra el espacio que iba a convertirse en la plaza 25 de Mayo.
VIAJE A LAS RAÍCES PRODUCTIVAS
El período que culmina en 1880 estuvo marcado por importantes transformaciones.
LA HISTORIA PRODUCTIVA
El viejo Pago de los arroyos tenía como límites al río Carcarañá en el norte y el arroyo del Medio en el sur.
La ventajosa ubicación geográfica a orillas del majestuoso río Paraná fue clave para su economía.
Los inmigrantes no sólo aportaron fuerza laboral, sino que también introdujeron nuevas técnicas agrícolas.
Por ARIEL ECHECURY