Evaluar el pasado
para pensar el futuro
Por GABRIEL GONZÁLEZ
Repasar la historia de Rosario obliga a transitar por andariveles míticos. Huérfana de poderes consolidados en otras latitudes -políticos, militares y religiosos- la ciudad paria carece de documentos fundacionales. Con todo, los historiadores pudieron dar cuenta de que en 1725 existió un asentamiento permanente a la vera del río Paraná, pero sin nombres propios. Vale para festejarlo.
La fidelidad de los lugareños con el terruño pudo ser chequeada casi un siglo después, cuando en 1819 en medio de las guerras civiles el aglomerado fue incendiado, pero la comunidad lo reconstruyó, por fuera de cualquier tutela. Esa autosuficiencia fue refrendada por el historiador Juan Álvarez, quien bautizó a Rosario como hija de su propio esfuerzo.
La ciudad estaba destinada a brillar más cuando el Estado no estuvo en el centro de la escena, como lo atestigua el boom agroexportador desde fines del siglo 19.
En ese devenir, las empresas -y sus trabajadores- se convirtieron en grandes protagonistas de la historia. Irrumpieron y se multiplicaron en épocas de bonanza, tropezaron y se fundieron cuando el país no pudo encontrar el rumbo y cumplir con las expectativas.
En la celebración de los 300 años de Rosario, esta edición especial ofrece un repaso de su historia productiva y una selección de experiencias de empresas que participaron de la construcción colectiva de la ciudad. Algunas de ellas perduran, otras se transformaron, se vendieron o desaparecieron, porque el riesgo y la exposición al cambio es una parte sustancial de la vida de una empresa.
En esta etapa de crisis, cambios y un gran debate sobre modelos económicos, evaluar el pasado puede ser un buen ejercicio para definir los caminos a seguir.
Director de Punto biz
NOTA DEL EDITOR