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El 29 de junio de 1911, Vitoria inauguró un moderno recinto deportivo en pleno centro de la ciudad, el Frontón Vitoriano. Estaba ubicado en lo que luego sería el número 5 de la calle de San Prudencio. Pero en aquellos años este bulevar perpendicular a la calle de la Estación (la actual Eduardo Dato) solamente estaba abierto en su mitad Este, hacia Fueros. En la travesía Oeste, en dirección a San Antonio, había un cercado para acceso a las viviendas y servicios. Era conocido como “el callejón del Arca”, el nombre que ahora recibe la plaza que une Dato y San Prudencio en la Vitoria del siglo XXI. En 1917 se presentó una moción para facilitar el acceso del público y en 1923 se terminó la obra de ampliación de la calle con la mirada puesta en la construcción de otros edificios, como el del Teatro Príncipe, estrenado el día de Navidad de 1925, o el lujoso Banco de Vizcaya.

La capital necesitaba un recinto para el juego de pelota vasca. Las instalaciones de la calle de las Cercas de Abajo (ahora Cercas Bajas y que se extendía por la actual Vicente Goicoechea) estaban condicionadas por las obras de la Catedral Nueva, que habían arrancado en 1907 aunque el presupuesto para ellas se agotó en 1914. La dama Felicia Olave donó unos terrenos y allí se alzó el frontón, inicialmente más pequeño de lo deseado porque un concejal, Romualdo Hernánez, no cedió unas parcelas a su nombre. Cuenta el cronista Iñaki Armentia que en 1912 se celebró un festival para recaudar fondos para los afectados por una galerna en Bermeo. Las entradas costaban entre 30 y 75 céntimos de peseta. Desde 1913, el gestor del complejo fue Juan Alti Valdecantos, quien dotó al recinto de graderías y cubiertas.

En la Guerra Civil, el frontón continuó abierto. En la cancha se celebró una gran celebración nazi y quedó ‘engalanada’ con esvásticas y banderas de Alemania y de Italia, los países aliados de Francisco Franco contra la legalidad de la II República. En 1939, “año de la victoria”, Alti se dirigió así a la Hacienda alavesa para ahorrarse el impuesto extraordinario de guerra fijado por las nuevas autoridades para cubrir las deudas originadas por tres años de contienda: “Habiendo terminado felizmente la guerra con el triunfo de las Armas Nacionales, confío conseguir quede suspendido el recargo del diez porciento [sic] que como impuesto transitorio de guerra vienen cobrando en los partidos de pelota que se celebran en este Frontón […].

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