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Cuatro meses antes de la inauguración, cuando las obras ya dejaban entrever la factura del nuevo coliseo de Vitoria, una ciudad de unos 35.000 habitantes en 1925, la revista ‘Celedón’ definió al futuro Teatro Príncipe como “la catedral del espectáculo”. “Para Navidades se abrirá al culto”, prometía Norberto de Mendoza, el promotor, que desechaba los rumores extendidos por la ciudad que acusaba a la empresa gestora de no contar con “ni una perra” para rematar la construcción. El teatro y el lujoso casino Gran Peña –insistía De Mendoza- eran lo que “correspondía” a una ciudad “culta, progresiva y señorial” como la Vitoria de la década de 1920. “Quiero que Vitoria cuente con un centro de recreo y otro de espectáculo diario, pero trayendo lo mejor y lo más nuevo, lo de más atractivo en películas y en compañías cómicas, dramáticas y líricas”, prometía De Mendoza. El actor Ricardo Puga, vitoriano él, declaró que aquel teatro era “lo mejor” que había visto. “¡Y cuidado que he rodado por teatros!”, apostillaba.

El Teatro Príncipe se erigió en el actual número 6 de la calle de San Prudencio. Era en el tramo comprendido entre Eduardo Dato y San Antonio, abierto unos pocos años antes al tránsito. Estaba en frente del Frontón Vitoriano y del hotel al que daba nombre y también a la vez se construyó en ese lugar el Banco de Vizcaya. El escenario estaba ubicado hacia el Oeste y un edificio de tres plantas hacía las veces de gran fachada hacia San Prudencio.

2.000 ESPECTADORES. Inicialmente iba a ser un cine, pero se optó por un teatro cuyo escenario -de 158 metros cuadrados- se pudiera adaptar para la proyección del cinematógrafo, de modo que el negocio fuese mucho más rentable. El arquitecto fue el donostiarra Augusto de Aguirre Wittmer y las obras corrieron a cargo de Agustín Linazasoro. Se trataba de un “coliseo moderno” y “totalmente alejado del tradicional teatro a la italiana”, el modelo clásico del cercano Teatro Principal. En el patio había 1.000 asientos y en el anfiteatro otras 700 butacas, “probablemente el mejor de todos los de España”. Con los palcos, la capacidad se aproximaba en origen a los 2.000 espectadores.

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